Sarah miraba aburrida como discurrían las gotas de lluvia por la ventanilla del coche. Retiró la vista y apretó con fuerza el colgante que le había regalado Tom. Le echaba tanto de menos... Se estremeció pensando que ya habían pasado tres años desde que se habían separado, no parecía que hubiese pasado tanto tiempo.
-Sarah, cariño, ¿qué te pasa? ¿Te encuentras mal?-su madre la sacó de sus profundas reflexiones.
-No, mamá, estoy bien. Sólo pensaba en... que no he estudiado para el examen de francés. -mintió Sarah. Su madre no debía saber nada de Tom, ni de todo lo que tuviese que ver con él. Tampoco debía saber que su hija podía mover objetos sólo con pensarlo, o que podía parar el tiempo.
Tom le había dicho que albergaba en su interior una fuerza muy poderosa, sobrehumana... Como él.